Tu propio rincón de datos: cuando una Raspberry Pi se convierte en NAS

¿Recuerdas esos días de universidad (o ayer mismo) cuando pasabas archivos con un USB como si fuera 2005? Pues olvídate. Convertir una Raspberry Pi como servidor NAS es como darle esteroides a esa humilde placa que tenías acumulando polvo. Y lo mejor: sin gastarte el sueldo en soluciones comerciales que parecen sacadas de una peli de Marvel.
Aquí no hay humo – solo una pequeña bestia que consume menos que tu router (sí, ese que sigue fallando los miércoles por la tarde) y que puede convertirse en el centro neurálgico de tus pelis, fotos del último viaje o esos documentos importantes que nunca encuentras cuando los necesitas…
Lo que vas a descubrir (y probablemente alucinar)
Vamos a destripar todo el proceso, desde elegir el disco duro hasta que tu abuela pueda acceder a sus telenovelas desde la tablet. Hablaremos de:
- OpenMediaVault vs Raspberry Pi OS – el duelo de titanes (pero en versión mini)
- Cómo configurar Samba sin volverte loco (prometo que es más fácil que montar muebles de IKEA)
- Trucos de seguridad para que no te hackeen como en Mr. Robot
- Esa magia negra del registro del sistema que todos tememos
¿Por qué esto mola más que un NAS comercial?
Imagina poder modificar tu sistema como si fuera un Lego (sin las piezas que desaparecen misteriosamente). Un NAS con Raspberry Pi te da ese superpoder, además de:
- ✅ Consumo energético ridículo (15W es lo que gasta tu monitor en modo standby)
- ✅ Posibilidad de añadirle servidores web, bots de Telegram o lo que se te ocurra
- ✅ Acceso desde cualquier dispositivo – incluido el móvil cuando estás en la cola del super
- ✅ Integración con esas apps de IA que tanto nos flipan (y que probablemente no entendemos del todo)
¿Lo malo? Que cuando empieces, querrás conectarle hasta la tostadora. Pero eso, amigo mío, es otra historia…
¿Qué es un servidor NAS y para qué sirve?

Fundamentos del almacenamiento en red
Imagina tener todos tus archivos -fotos, pelis, documentos- en un solo sitio, pero que todos en casa puedan acceder a ellos desde sus móviles, tablets o el portátil sin andar pasando pendrives como en los 2000. Eso, en esencia, es un servidor NAS (o «almacenamiento conectado a la red», si queremos ser formales).
¿La diferencia con un disco duro normal? Que esto funciona como un mini-servidor autónomo (sí, como esos que tienen las empresas, pero en versión «hecho con cariño en casa»). Usa protocolos como SMB -el que entiende Windows-, NFS -para los fans de Linux- o AFP -si eres de la manzana-. Y lo bueno es que puedes configurarlo con RAID para que si un disco dice «hasta luego Lucas», tus fotos de las vacaciones no desaparezcan para siempre.
Ventajas de tener un NAS en casa
¿Por qué molestarse en montar esto? Pues porque tener tu propio Raspberry Pi como servidor NAS es como pasar de alquilar trastero en la nube (y pagar cada mes) a tener tu propia bodega en casa. Sin facturas recurrentes, sin que nadie husmee en tus datos, y con estas ventajas:
- Acceso 24/7: Cuando te acuerdes a las 3AM de ese documento importante, ahí estará (el NAS no duerme, solo hace «hummm» discretamente)
- Backups automáticos: Dile adiós al «¡hostia, se me ha roto el portátil y no tenía copia!»
- Tu Netflix personal: Pelis y series en cualquier dispositivo, sin que se congele a mitad como en las videollamadas con tu cuñado
- Sincronización Dropbox-style: Pero sin que nadie lea tus cosas (¿o creías que eran gratis esos 15GB?)
- Ahorro a largo plazo: Comparado con servicios en la nube, esto es como comprar café en grano vs tomar uno cada día en Starbucks
Comparativa: NAS comercial vs Raspberry Pi como NAS
🔍 Aspecto | 🏢 NAS Comercial (Synology/QNAP) | 🍓 Raspberry Pi como NAS |
---|---|---|
💸 Precio | Desde 300–600 € (sin discos) 💰💰💰 | Desde 60–120 € (Raspberry Pi + carcasa + fuente + microSD) 🍕 |
🚀 Velocidad | Ferrari con turbo 🏎️ (100–200 MB/s, red Gigabit + SSD caché) | Seat Panda tuneado 🚗 (30–40 MB/s con USB 3.0 o microSD) |
🧠 Facilidad de uso | Enchufar y listo, todo bonito 🎛️ | Hay que pelear un poco con la consola 🧑💻🔧 |
🛠️ Flexibilidad | Menú cerrado 📋 (solo apps oficiales) | Buffet libre 🍱 (instala lo que quieras: Nextcloud, Plex, Samba…) |
🔌 Consumo eléctrico | 10–30 W (según modelo) 💡 | 3–5 W (Raspberry Pi 4 en reposo) 🔴 |
📈 Escalabilidad | Puedes añadir bahías, RAM, hasta 8 discos 📦 | Limitado a 1 o 2 discos por USB, o red 🔌 |
🛡️ Fiabilidad | Alta: pensado para NAS 🛡️ | Depende de tu montaje y mantenimiento 🧩 |
¿Ves? No es lo mismo comprar un NAS prefabricado que montar tu propio Raspberry Pi como servidor NAS. El primero es como comprar un mueble montado, el segundo como hacer muebles en el garaje con tus propias manos (pero sin peligro de cortarte un dedo).
🥇 Conclusión rápida
- ¿Quieres algo que funcione desde el primer minuto y tenga soporte? → NAS comercial ✅
- ¿Prefieres montar algo barato, personalizable y aprender por el camino? → Raspberry Pi NAS 💡
Ambos funcionan, pero uno es un electrodoméstico y el otro un proyecto con alma geek 😎.
¿Por qué demonios querrías usar una Raspberry Pi como servidor NAS?
(Mira qué pequeñaja, ¡y consume menos que tu cafetera inteligente!)
Lo bueno: cuando el tamaño (y la factura de la luz) sí importan
Vamos al grano: la Raspberry Pi como servidor NAS es como ese vecino que siempre paga menos de comunidad. Mientras los servidores tradicionales chupan energía como aspiradoras (100-300W, ¡qué barbaridad!), esta mini bestia se conforma con 5-15W. Haz cuentas: al año te ahorras lo suficiente como para invitar a unos cuantos cafés… o comprarte otra Raspberry Pi.
¿Lo mejor? Por menos de lo que cuesta una cena para dos (50-80€ ), tienes tu propio almacén de datos en casa. Y ojo, que no es un juguetito: con un poco de magia DevOps y paciencia, puedes montar desde un simple compartidor de fotos hasta tu nube privada. Eso sí, si esperas que funcione como el data center de Netflix, sigue leyendo…
La cruda realidad: no todo es miel sobre hojuelas
Vamos a ser honestos: si eres de los que transfieren terabytes cada día, esto no es para ti. Las velocidades USB 3.0 (unos 100 MB/s) son decentes, pero no esperes milagros. Y lo de tener 5 familiares viendo pelis en 4K simultáneamente… mejor ni lo intentes (aunque para series de los 90, va como un tiro).
¿Para quién es esto? Spoiler: probablemente para ti
Perfecto si:
- Tienes más fotos del móvil que sentido común
- Te pirra cacharrear (y decir «mira lo que he hecho»)
- Quieres tu propio cloud sin pagar suscripciones
- Eres de los que guarda todos los manuales de los electrodomésticos… por si acaso
Vamos, que si te ilusiona más montar esto que ver la última de Marvel, este es tu proyecto. Y si no… ¿qué haces leyendo esto? ¡A ver si te animas!
Material necesario para montar tu NAS con Raspberry Pi (sin volverte loco)
Mi mesa de trabajo el día que decidí montar esto… parecía el set de Regreso al Fututo
Modelos de Raspberry Pi: ¿Cuál elijo sin arrepentirme después?
Si quieres usar tu Raspberry Pi como servidor NAS y que no se convierta en un pisapapeles caro, olvídate de modelos antiguos. La Raspberry Pi 4 Model B es como ese amigo que siempre responde los mensajes: fiable y con energía para lo que le eches. Tienes opciones de 2GB, 4GB y 8GB de RAM, pero la de 4GB es el punto dulce (como cuando encuentras el volumen perfecto en la tele).
Ahora, si eres de los que pide el último iPhone cada año, la Raspberry Pi 5 está ahí, luciendo su soporte para dos pantallas 4K (¿en serio necesitas ver tu colección de memes en 4K mientras gestionas archivos?). Eso sí, prepara la cartera…
Almacenamiento: donde tus series y fotos del verano vivirán (o morirán)
Esto es lo importante: sin almacenamiento decente, tu NAS será como un Ferrari sin ruedas. Te recomiendo:
- Discos duros clásicos: Los WD Elements o Seagate Expansion son como esos jeans que nunca pasan de moda (€60-80 por 2TB)
- SSD para los impacientes: Samsung T7 o SanDisk Extreme Pro, para cuando no aguantas ni 2 segundos de buffering (€120-150 por 1TB)
- Un hub USB con alimentación: Porque a nadie le gusta quedarse sin puertos, como cuando tienes que cargar el móvil, el smartwatch y los auriculares a la vez
Esos pequeños extras que evitan dramas
No te la juegues con la fuente de alimentación (esa que siempre perdemos como los calcetines). La oficial USB-C de 3.5A (€10-15) te ahorrará sustos. Añade una tarjeta microSD Clase 10 de 32GB (€8-12) -sí, como la de tu Nintendo Switch- y una carcasa con ventilador (€15-25) para que no parezca un horno tostador en agosto.
Y si te pica el gusanillo techie, siempre puedes meterle Docker después (como cuando dices «sólo una galletita» y acabas con el paquete vacío). Presupuesto total: desde €150 (versión «soy responsable») hasta €250 (versión «total, es una inversión»).
Elige el cerebro de tu NAS: ¿Qué sistema operativo le ponemos a la Raspberry?

Vale, tenemos la Raspberry Pi como servidor NAS, los discos duros conectados… pero falta lo más importante: el sistema operativo. Y aquí viene el dilema (sí, como elegir entre Netflix o HBO Max cuando solo tienes tiempo para una serie). Cada opción tiene su personalidad: unas son más frikis, otras más user-friendly, y todas te van a dar dolores de cabeza… pero de los bonitos.
Raspberry Pi OS + Samba: Para los que les gusta sudar código
¿Te acuerdas de Matrix cuando Neo veía el código verde cayendo? Algo así te sentirás configurando Samba manualmente. Es la opción hardcore: instalar Raspberry Pi OS limpito y luego meterle mano al /etc/samba/smb.conf
como si fueras un cirujano con un teclado. Perfecto si te pirra eso de escribir comandos a las 3am mientras tomas Red Bull.
Lo bueno: Eres el amo del cotarro. Nada de bloatware, todo optimizado a tu gusto.
Lo malo: Cuando algo falle (y fallará), estarás solo ante el peligro como John McClane en La Jungla de Cristal.
OpenMediaVault: El NAS para humanos normales
Si lo tuyo no es jugar a ser Linus Torvalds, OpenMediaVault (OMV) es como ese amigo informático que te lo monta todo mientras tú ves la tele. Interfaz web superpuesta, botones bonitos… hasta tu abuela podría usarlo (bueno, casi). Soporta todos los protocolos raros (NFS, FTP, rsync) y se expande con plugins. ¿Lo mejor? Cero líneas de comandos… aunque a veces echas de menos esa adrenalina hacker.
¿Cuál elijo? Depende de tu nivel de masoquismo
Si eres de los que:
- Llora de emoción al ver un terminal Linux → Raspberry Pi OS + Samba
- Prefiere hacer clic en vez de escribir → OpenMediaVault
- Está en el término medio (o sea, normal) → Prueba DietPi
Al final, como cuando eliges móvil: ¿Quieres el control total (y dolores de cabeza)? ¿O prefieres que «simplemente funcione»? Ah, y no te rayes demasiado… que siempre puedes reinstalar (yo llevo como 3 veces ya, es parte del juego).
Montando tu Raspberry Pi como servidor NAS: La aventura comienza
(Sí, esa pequeña cajita de plástico será el cerebro de tu nube personal… ¡y apenas consume lo que un bombillo LED!)
Preparativos: SD, café y un poco de paciencia
Primera regla: no uses esa tarjeta microSD barata que encontraste en el cajón de los cables (sí, esa que compraste en 2015 para la cámara de fotos). Busca una Clase 10 de mínimo 16GB – piensa que será el «disco duro» del sistema. ¿El Raspberry Pi Imager? Es como el IKEA de las instalaciones: lo descargas de su web oficial y te guía paso a paso sin dejarte perder ningún tornillo.
Ahora, conecta esos discos duros externos (los que tienes llenos de fotos de vacaciones y series descargadas). Pro-tip: Si tu Raspberry Pi es un modelo 4 o 5, genial – los USB 3.0 harán que las transferencias sean más rápidas que tu vecino bajando las escaleras cuando huele a barbacoa.
OpenMediaVault: El «Windows» de los NAS caseros
Abre el Imager y ve a «Choose OS» → «Third-party images». Si no ves OpenMediaVault 7 (a veces se esconde), descárgalo manual desde su web y usa la opción «Use custom image» – como cuando subes una foto alternativa a tu perfil de Tinder.
¡Espera! Antes de grabar, haz clic en el engranaje (sí, ese que parece el botón de configuración de tu lavadora). Activa SSH – será tu salvavidas cuando algo falle a las 2AM. Pon tu wifi y credenciales (nada de «admin123», por favor). Ahora sí, graba y… cruza los dedos mientras la verificación termina (idealmente sin ese pitido rojo de error que todos tememos).
El momento de la verdad: Primer arranque
Inserta la tarjeta SD (con la delicadeza de quien cambia un pañal), conecta el cable de red y enciende. El primer arranque tarda lo que un episodio de The Office en cargar en Netflix un sábado por la noche (3-5 minutos). Mientras tanto:
- Opción geek: Usa
nmap -sn 192.168.1.0/24
desde otra terminal para cazar la IP de tu Pi (parecerás un hacker de película) - Opción normal: Revisa tu router buscando «Raspberry» en la lista de dispositivos (sí, como cuando localizas el móvil de tu hijo)
Cuando por fin cargue la interfaz web (¡uf!), usa admin/openmediavault para entrar. Y por el amor a los datos, cambia esa contraseña inmediatamente en System → General Settings. Si no funciona, revisa que no sea el firewall (ese vecino silencioso que a veces bloquea hasta la felicidad).
¿Problemas? Respira. Apaga y vuelve a empezar. Hasta Tony Stark necesitó varios intentos para su primer reactor arc.
Configuración de carpetas compartidas y permisos: tu NAS en modo «tú mandas»

Ahora que OpenMediaVault está instalado, viene lo divertido: dar forma a tu Raspberry Pi como servidor NAS para que funcione exactamente como necesitas. Esto no es solo técnico, es como organizar tu casa digital: quién puede entrar a cada habitación, qué pueden tocar y dónde dejar sus cosas.
Usuarios y grupos: el «quién es quién» de tu NAS
Primero, las presentaciones. En Gestión de acceso > Usuario es donde creas los perfiles. Imagina que estás organizando una fiesta en casa:
– ¿Quiénes están invitados? (usuarios)
– ¿A qué habitaciones pueden entrar? (permisos)
– ¿Cuánto pueden comer de tu nevera? (cuotas de disco, en Sistema de archivos > Cuotas)
¿Un tip? Crea grupos como «familia», «multimedia» o «backup». Es como cuando en WhatsApp haces grupos para diferentes amigos… pero aquí controlas quién puede ver tus fotos de vacaciones o la colección completa de Los Simpsons.
Carpetas compartidas: tu armario digital bien organizado
En Gestión de acceso > Carpetas compartidas es donde la magia ocurre. Piensa en cómo organizarías una casa:
- El salón familiar: Todos pueden entrar, poner pelis o fotos (/srv/dev-disk-by-uuid-xxx/familia)
- Tu habitación privada: Solo tú (o el admin) puede modificar cosas, los demás solo miran
- La caja fuerte: Para backups automáticos, como ese disco duro externo que siempre olvidas conectar
(¿Ves? No era tan distinto a ordenar tu ropa… solo que aquí no hay calcetines perdidos)
Conectarse desde cualquier dispositivo: el NAS siempre disponible
Aquí es donde tu Raspberry Pi como servidor NAS se vuelve realmente útil. Configura:
– SMB/CIFS para que Windows y macOS lo vean como otra carpeta más (sí, como cuando compartes archivos en la oficina, pero sin el compañero pesado)
– FTP/SFTP para acceder desde el móvil o cuando estés de viaje (más seguro que gritar contraseñas por la ventana)
¿Lo mejor? Puedes dar permisos tan específicos como «mi hermano puede ver las pelis pero no borrarlas» o «mi novia puede subir fotos pero no tocar mis documentos de trabajo». Y si te preocupa la seguridad, aquí tienes cómo blindarlo.
¿Ves? Configurar permisos no es aburrido… es como ser el portero de discoteca de tus propios datos. ¡Y tú decides quién pasa al VIP!
Seguridad y acceso remoto para tu Raspberry Pi NAS: porque los hackers no pagan Netflix
(Sí, esa lucecita parpadeante del Raspberry Pi puede ser tu peor pesadilla si no haces esto…)
Lo básico: cuando el «admin123» no es buena idea
Oye, que tu Raspberry Pi como servidor NAS no es el router de tu operadora (aunque a veces parezca igual de lento). Lo primero: cambia YA esas contraseñas. ¿Sabías que el 90% de los ataques prueban combinaciones como «admin/openmediavault»? Es como dejar las llaves puestas en la cerradura… pero en internet.
Ahora, el firewall. UFW suena a abreviatura militar, pero en realidad es tu mejor aliado. Actívalo con sudo ufw enable
y abre solo lo necesario: puerto 22 (aunque ya veremos por qué esto es como gritar «¡pasad, chicos!»), 80/443 para la web, y el 445 para Samba. El resto, cerrado como domingo de pandemia.
SSH: el salvavidas (y talón de Aquiles)
Aquí va el truco que me salvó de tres ataques el mes pasado:
1. Cambia el puerto 22 por algo más random (el 2222 no cuenta, o sea)
2. Mata la autenticación por password y usa claves públicas (sí, como cuando te conectas al trabajo en pijama)
3. Instala fail2ban – es como poner un portero electrónico que echa a los pesados
¿Sabes ese artículo sobre honeypots? Pues tu Raspberry Pi podría convertirse en uno sin querer…
Acceso remoto: porque a veces quieres ver tus memes desde el baño
Tailscale es como el WhatsApp de las VPNs – lo instalas en 2 clics y ya está todo conectado. Corre esto: curl -fsSL https://tailscale.com/install.sh | sh
y listo. Sin abrir puertos, sin llamar a tu ISP llorando… magia pura.
O si te sientes como Mr. Robot, monta tu propia VPN con WireGuard usando PiVPN. Es más fácil de lo que parece (prometido, no es como cuando intentaste instalar Windows 98).
El ABC de la supervivencia digital
– Backups automáticos con rsync (o tu futuro yo te odiará)
– Actualizaciones: sudo apt-get update && sudo apt-get upgrade
debería ser tu mantra mañanero
– Revisa los logs en /var/log/auth.log
– es como leer el diario de los hackers frustrados
Bonus track: el plugin OMV-Extras trae fail2ban preconfigurado y alertas por mail. Más útil que el recordatorio de tu suegra para regar las plantas.
¿Y ahora qué? Pues a disfrutar de tu NAS seguro… o a llorar cuando te salte la primera alerta de intrusión. ¡Bienvenido al lado oscuro de la domótica!
# Optimización y mantenimiento del sistema: tu NAS en forma

Ahora que tienes tu **Raspberry Pi como servidor NAS** funcionando (sí, con ese ruidito de ventilador que parece un grillo electrónico), toca lo menos glamuroso pero más importante: mantenerlo vivo y rápido. Porque, seamos honestos, nadie quiere que su peli en 4K se congele justo cuando el asesino va a aparecer…
## Monitorización del rendimiento: el termómetro de tu NAS
Imagina que **htop** es como el cuadro de mandos de tu coche, pero para el Pi. Te muestra en tiempo real si tu CPU está más sobrecargada que tú en lunes por la mañana. Y **iotop**… bueno, ese es el chivato que te dice qué disco está trabajando como si no hubiera mañana.
Para los que les gustan los gráficos bonitos (como a mí), **Netdata** es como tener un Fitbit para tu NAS: pulsaciones (CPU), respiración (RAM) y hasta la temperatura (que ojo, si pasa de 70°C es como tener fiebre tecnológica).
*Pro tip:* Configura alertas con **ssmtp** para que te avise cuando:
– El almacenamiento baje del 15% (como cuando te quedas sin espacio en el móvil)
– La temperatura suba demasiado (nada de derretir tu Pi)
– El sistema esté más cargado que tu agenda en diciembre
## Copias de seguridad: el paracaídas digital
Todos hemos dicho «luego lo hago» y… ya sabes cómo acaba. Con **rsync** y un par de comandos (sí, ese que parece jeroglífico: `rsync -av –delete /media/nas/ /backup/`), puedes automatizar copias semanales. Es como poner tu dinero en el banco, pero con fotos de las vacaciones.
Para los más frikis (o los que tienen datos más valiosos que el código de la wifi), [automatizar con Python](https://ikerbit.com/automatizar-excel-con-python/) permite hacer copias en varios sitios a la vez. Por si acaso el universo conspira contra tus memes más preciados.
## Mantenimiento: la ITV de tu Raspberry Pi NAS
Las actualizaciones son como las vitaminas para tu sistema. **unattended-upgrades** las instala solitas (mientras tú duermes o ves Netflix). Y programar reinicios mensuales es como darle un respiro al pobre Pi… que también se cansa.
¿Transferencias lentas? **mdadm** con RAID 1 es como poner turbo a tu NAS si tienes varios discos. Eso sí, prepara café mientras se sincronizan por primera vez (puede tardar lo que un capítulo de tu serie favorita).
*Bonus track:* **logrotate** limpia los registros como ese amigo que siempre ordena tu escritorio. Porque nadie necesita 3GB de logs diciendo que todo va bien… hasta que no va bien.
Conclusión y recomendaciones finales (sí, con «c»… ¡nadie es perfecto!)

¿Merece la pena el lío? Spoiler: Sí, pero con peros
Montar una Raspberry Pi como servidor NAS es como ese mueble que te hace sudar pero al final… ¡funciona! Por el precio de una cena para dos (o tres pizzas congeladas, sin juicios), tienes tu nube personal. Eso sí, no es un Ferrari: si esperas velocidades para descargar toda la filmografía de Marvel antes de que acabe el tráiler, baja esas expectativas. Pero para series, fotos del último viaje (que siguen en tu móvil ocupando espacio) o el backup de esos documentos importantes que nunca haces, es tu mejor aliado.
Ah, y si eres de los que les brillan los ojos al oír «terminal Linux», esto es como un parque de atracciones. Aprendizaje garantizado (y algún que otro dolor de cabeza también, seamos honestos).
Seamos claros: Esto no es para todos
Si tu casa parece un cibercafé con 5 dispositivos transmitiendo 4K a la vez… esto se va a poner feo. El pobre Raspberry Pi tiene sus límites (como todos nosotros después del tercer café). Para esos casos, mejor mirar alternativas como TrueNAS con hardware más potente (y preparar la cartera, claro).
Pero oye, si eres de los que:
- ✅ Tiene más fotos que memoria en el móvil
- ✅ Quiere dejar de pagar suscripciones a nubes ajenas
- ✅ Le hace ilusión decir «mi servidor» en reuniones (aunque sea de 10cm x 5cm)
…esto es tu proyecto de fin de semana perfecto.
¿Y ahora qué? Pues esto es solo el principio
Cuando le pilles el truco (y dejes de reiniciar por error 5 veces al día), el mundo es tuyo:
- 🔄 Automatiza backups con Docker (y de paso presume de palabro técnico)
- 🎥 Convierte tu NAS en un cine en casa con Plex (palomitas aparte)
- ☁️ Guarda copias en la nube por si acaso (nunca sabes cuándo el gato decidirá jugar al fútbol con tu Raspberry)
Y si te pica el gusanillo, siempre puedes montar un panel de control con Grafana para impresionar a visitas (o asustar a tu suegra con gráficas que no entenderá).
PD: Si al terminar esto te dan ganas de abrazar tu pequeño servidor… no somos responsables. Efecto secundario común.